A nadie,
ofertaespecial y quiero decir a nadie, le gusta la regulación. A menos que seas el habitante de los suburbios con mayor retención anal que jamás haya trabajado en una Asociación de Propietarios, debes odiar las regulaciones. No hay nada más simbólico de la burocracia, la hinchazón inútil, la burocracia y la frustrante naturaleza kafkiana de la vida moderna que la regulación. En consecuencia, es una muy buena práctica burlarse de la ATF.
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